MERCADOS

Por fin, asoma el sol en Londres pero, al parecer, no es un buen día para Polonia. El gigantón Hubert Hurkacz, aquel que derrumbó a Roger Federer en el último partido del genio suizo en Wimbledon, se retuerce en la silla de dolor, lastimado de la rodilla al intentar cazar una volea durante el partido contra Arthur Fils; se retira y cae, por tanto, uno de los candidatos de segunda línea y su país enfoca definitivamente a Iga Swiatek, quien antes de saltar a la pista medita bajo la gorra en el Players Lounge —el espacio reservado para los tenistas y sus equipos— y completa exhaustivamente la rutina: piernas, articulaciones y torso a tono, ejercicios de reflejos, muñeca lista para cortar. Todo le hará falta a la número uno. La hierba, asignatura pendiente. Ser o no ser. Están las buenas, las muy buenas y aquellas que no entienden de límites, las que terminan respondiendo a un código no escrito en el tenis que exige dominar las tres superficies para figurar entre las elegidas.

Y en esas está ella, terrícola por naturaleza, amoldada ya al cemento y tratando ahora de resolver el complejo jeroglífico del césped; no otro deporte, pero sí algo muy diferente. Las hay quienes lo consiguieron, llámense Court, Serena, Graf, Evert, Navratilova o King, un todo ellas; por el contrario, las hay quienes resbalaron y no lograron superar el corte ni desentrañar el misterio del All England, fabulosas campeonas como Hingis, Seles, Venus o Henin, a las que les faltó comerse un último gajo. “Iga es hoy la jefa”, dice esta última. “Pero también sabemos lo difícil que es ganar y volver a ganar”, matiza la belga, rendida a una jugadora que ya ha conquistado 22 títulos, cuatro de ellos grandes, y que gobierna sin fisuras desde que Ashleigh Barty diera el paso a un lado hace dos años y la señalara: “No creo que haya nadie mejor que ella para ser la número uno”.

Swiatek ya ha superado la barrera de las 100 semanas en lo más alto (110), pero a la hora de abordar Wimbledon no ha tenido fortuna. Con 23 años, predomina la idea de que que más pronto que tarde se hará con el trofeo que hoy se le resiste, pero hasta ahora no ha logrado franquear la barrera de los cuartos que firmó el año pasado. “Es cuestión de tiempo que gane aquí”, concede la británica Johanna Konta, retirada en 2021 y ahora comentarista; “si no lo hace este año, será al siguiente o dos después, pero es demasiado buena y acabará dándose la oportunidad”. Y ella, paciente, cree. “Cada año me siento más segura sobre esta superficie. Al principio no estás cómoda, pero cada temporada consigo adaptarme más rápido”, desliza la de Varsovia, solvente en sus dos primeras intervenciones esta edición, ante Sophia Kenin y Petra Martic (6-4 y 6-3).

Sabe, en cualquier caso, que más allá de las maniobras específicas y los pasitos extra que exige el verde a la hora de aplicar los apoyos, la productividad con el servicio es fundamental. Fiable con el saque, Swiatek es consciente de que Londres demanda un plus con el primer golpe para arrinconar a la rival y poder llevar la iniciativa. “Me las arreglé en otras superficies, y espero que en esta también. Aquí los primeros [saques] son aún más importantes”, recuerda, mientras su evolución y su metódico desarrollo invitan a pensar que también desbloqueará esta última casilla, teniendo en cuenta que la naturaleza de su juego corresponde indiscutiblemente a la tierra batida, pero que ya consiguió adquirir la verticalidad que necesitaba para triunfar también sobre el asfalto.

Hingis, Seles, Henin, Venus…

En términos de determinación, hoy día no parece haber tenista más empeñada que ella, profesional discreta, ejemplar y más bien introspectiva. Se refugia estos días en la casa que ha alquilado cerca del club, adonde se le ha visto llegar montada sobre un patinete eléctrico, con el rostro cubierto por una capucha. No se deja ver en exceso Swiatek, quien repasa la historia y apunta con decisión al club de las totales, con la voluntad de cerrar el círculo y evitar casos como los de Hingis, a la que se le resistió la arena tras perder dos finales de Roland Garros (1997 y 1999); Seles, frustrada en la única final que jugó en Londres, en 1992 contra Graf; Henin, quien ganó 43 títulos —los mismos que Hingis, novenas ambas en la clasificación histórica de la WTA— y no pudo con Venus (2001) ni Amélie Mauresmo (2006) en el doble desenlace en la capital británica; o la mayor de las Williams, inclinada en París (2002) ante su hermana y, por lo tanto, sin completar el triángulo.

“No le falta nada, lo tiene todo para ganar aquí”, contesta la española Paula Badosa, superior en la segunda escala a la checa Linda Fruhvirtova (6-4 y 6-2) y emparejada en la siguiente con Daria Kasatkina; “ha triunfado en rápida y tierra, y ya se ha visto que es una jugadora que se mueve bien en todos lados, que tiene buenos tiros y que es muy inteligente a la hora de sacar; puede ser sólida o bien puede abrir la pista, así que yo creo que es más un tema de tiempo, de que mentalmente se lo crea un poco, más que una cuestión de recursos. Quizá estaba rechazando un poco la hierba, pero, sinceramente, creo que Iga puede aspirar a lo que quiera”.

En 2018, la polaca se proclamó campeona júnior en Wimbledon. Sin embargo, en las experiencias posteriores, cuando ya se había adentrado en la élite, encontró freno relativamente rápido; el curso siguiente cayó en el estreno, en 2021 alcanzó los octavos y un año después se quedó en la tercera ronda; en su último paso, cedió ante Elena Svitolina. “Debo centrarme en aprender a jugar bien aquí, no en las expectativas”, señala, intentando aislarse de la presión y sabiendo que si un torneo ofrece posibilidades es el inglés, puesto que el palmarés recoge a siete ganadoras diferentes en las siete últimas ediciones. Quiere, recalca, seguir la huella de Steffi Graf: “De poder elegir, me iría a cenar con ella para compartir experiencias”. Y no es mala rueda la de la alemana, 22 majors, siete de ellos en Londres. Intensidad máxima las dos, dicen que se parecen. La de Mannheim redondeó su obra y ahora Swiatek, convencida, va con todo a por ello. Ni herramientas ni hambre le faltan.

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