MERCADOS

Rebobina Carlos Alcaraz hacia el pasado tras un set de emociones fuertes en el que Aleksandar Vukic, rebelado contra el mal destino que le espera, le ha puesto las cosas muy difíciles pero no ha logrado embocar. Después de voltear un 5-2 adverso en la primera manga (5-6) y de haber conseguido recortar de manera considerable la renta que había obtenido el español en el desempate, del 5-1 al 5-4, el australiano recibe un severo bofetón que le despacha del torneo y que conduce al murciano al duelo en la tercera ronda contra el estadounidense Frances Tiafoe, al que doblegó en aquel estupendo trazado de hace dos años que le concedió su primer grande en el US Open. Pero esos, dice Carlitos en la sala de conferencias de Wimbledon, eran otros tiempos. Él todavía no se había coronado como número uno ni tampoco había conquistado Nueva York, París ni la propia Londres. Se avecinaba el estallido.

“Recuerdo que tuve bola de partido en el cuarto set y que al final fue a cinco. Fue muy igualado, pero espero que ahora no sea igual…”, bromea ante los periodistas antes de hacer un segundo retroceso temporal hacia los orígenes. Esta vez, más lejanos. Cuenta el español (7-6(5), 6-2 y 6-2, en 1h 48m) que todo ese atrevimiento y esa osadía tan característica que hoy día exhibe jugando sobre el césped viene de la infancia, cuando el déficit de brazo le obligaba a ir irremediablemente hacia adelante para compensar. “Me sale de forma natural. Yo siempre he destacado en eso, porque de pequeño no tenía fuerza ni grandes tiros, pero sí mucha variedad. Y eso es por lo que destacaba un poco con 10, 11 y 12 años: podía hacer saque-red ya con esa edad, globos, subir a la red, dejadas… Tenía una variedad bastante amplia que siempre me ha salido innata”, se explica.

El caso es que Alcaraz, tenista contracultural en esta época en la que la gran mayoría compite en forma de rebaño, de fondo a fondo y poca oferta más, continúa desmarcándose también en el registro del verde. Frente a la tendencia menos dinámica y cada vez más conservadora de los jugadores en los últimos años en Wimbledon, él se diferencia compitiendo con el cuchillo entre los dientes, a contracorriente, desafiante, como si ejerciera un guiño a los principios fundacionales del tenis sobre hierba. El saque-red, los bote-prontos y las expediciones hacia la zona de la cuerda floja para volear han pasado a convertirse prácticamente en una cuestión del pasado, en una excepcionalidad, y el dilema se resuelve esencialmente desde las trincheras. Acompaña en la explicación técnica Jaume Munar.

“Sí, aquí es muy importante ser agresivo porque es muy difícil defender. Solo los muy, muy buenos tienen la capacidad de ser neutrales y de jugar muy largo para conseguir el peloteo, en base a que el otro no ataque y a que tú tampoco puedas hacerlo; Djokovic lo hace y Murray lo hacía en su mejor momento, pero eso es realmente complicado”, introduce el mallorquín, citado este jueves en la segunda estación con Alex de Miñaur. “Aquí, directamente, defender no es una opción, pero es verdad que se juega muchísimo más de fondo. La pista es muy lenta. Aun así, el saque y el resto siguen siendo decisivos, y el primer golpe después del saque y el resto también; si no tienes agresividad, es muy difícil darle la vuelta al punto”, especifica Munar.

Y aplica el ideario a rajatabla Alcaraz, quien sigue ganando gama en el juego, pero que en Londres tira constantemente hacia adelante con el objetivo de anticiparse y mandar sobre el adversario. Para muestra, las 26 aproximaciones a la red efectuadas contra Vukic, con 20 aciertos; los 11 saques directos firmados, considerable cifra en su estadística personal; y sobre todo, el recital ofrecido en la volea, recurso que emplea con absoluta naturalidad. “Para mí es una gran arma y me siento muy cómodo así, al exigirme golpear hacia adelante. Cuando me apoyo bien y estoy en posición de subir a la red para terminar el punto, no dudo, lo hago; en hierba, hacerlo es superimportante; estar en posición de ataque antes que el otro me ayuda mucho a ser fiel a mi estilo e imponer mi juego”, responde.

Así desenvuelve Alcaraz, y el tenis lo agradece. Hasta el punto de que el diario The Times le califica como “el salvador” de su deporte, teniendo en cuenta los derroteros que ha cogido la competición. “Son elogios muy buenos y los acepto. Sienta bien escuchar eso, pero no me siento así; no me considero ningún salvador ni me acerco a eso. Al final, el tenis va evolucionando. Hemos tenido una etapa muy bonita con Federer, Nadal y Djokovic; ya no podemos disfrutar de Roger y seguimos haciéndolo de Novak; de Rafa, lo que está jugando… Y ahora, nosotros [dice en plural mayestático] intentamos proponer buen tenis y tratamos de que la gente disfrute. Hay muchos jugadores que también son bonitos de ver, de los que yo personalmente disfruto, igual que la gente, pero yo no soy ningún salvador”.

Alcaraz, en la portada de ‘The Sunday Times’.

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