MERCADOS

Wimbledon – segunda_ronda –

Pese a su juventud, Carlos Alcaraz ya posee esa virtud de saber interpretar el timing de los torneos y de saber sacar adelante los partidos por una mera cuestión de inercia, por mucho que su tenis dibuje meandros y que los bandazos generen algún que otro sobresalto. No falta uno, y muy entretenido, en el ameno cara a cara con Aleksandar Vukic, pero el australiano falla al descerrajar el tiro —servía para adueñarse de la primera manga— y luego cae sencillamente rendido, atropellado por la buena dinámica que ha adquirido el murciano desde el exitoso paso por Roland Garros: 7-6(5), 6-2 y 6-2, en 1h 48m. Se cierra el episodio con un saque directo y las notables cifras del español en la cartilla, 42 ganadores y 15 errores. Inspirado, corrector y a tramos fantástico. Rumbo ya hacia el estadounidense Frances Tiafoe (7-6(5), 6-1y 6-3 a Borna Coric) en la tercera ronda de este Wimbledon. Habrá show, seguro.

Ya lo dice Alexander Zverev, la víctima en París. Y lo escucha tarde Vukic: “Si dejas bolas cortas o no juegas con la suficiente potencia, te destroza. Aprovecha cada pequeña opción que le concedes. Si tiene tiempo para construir el punto, estás perdido. En eso se parece a Federer, pero también tiene cosas de Djokovic y de Nadal, como el efecto que le imprime a la bola o la manera que tiene de deslizarse por la pista”. Y él, que le contaba estos días a la CNN que desea sentarse en la misma mesa que el Big Three, los tres gigantísimos modernos, resume y valora el paso dado este miércoles: “Estoy muy contento de cómo he jugado. El primer set ha sido la clave. Ha estado muy igualado, pero he ido a la red y en el desempate he estado muy bien, y en el segundo y el tercero he ofrecido un nivel muy alto”.

No es ninguna perita en dulce Vukic, tenista de buena planta, potente, de mal recuerdo además para él. Le impidió entrar al cuadro principal de Roland Garros hace tres años, cuando introducía la cabeza en la élite, y aquella derrota escoció. Estímulo extra, pues; no le gusta al español dejar flecos sueltos. Y le pega duro el australiano, poderoso en el golpeo invertido y que en un abrir y cerrar de ojos, a base de fe y de mucho buen hacer, contestatario, complica bastante más de lo previsto el primer parcial. Del 5-2 favorable al 5-6 adverso y Alcaraz, de repente, metido en un pequeño lío. No sin trompicones, parece ser. León durmiente el murciano, quien de vez en cuando se da una cabezadita y, sabiéndose superior, como si necesitara que le pincharan con la aguja en el culo, espera a que aparezca el fuego para recuperar la adrenalina e hincar el colmillo hasta el fondo. Son solo 21 años, y en ello está su entrenador.

Así son algunos fueras de serie, hibernadores de manual. El mismo Bolt o el mismo Phelps solían remolonear antes de la explosión, y famosos son los paseítos de un tal Leo Messi durante 80 minutos, hasta que la situación exige del pleno rendimiento, de un giro certero; pero entonces aparecen ahí, en todo su esplendor, los verdaderos depredadores, el instinto felino del chico de El Palmar, que acude a por una bola muy abierta que el público da por perdida y que él, cabalgada, intercepta contra todo pronóstico con el revés, firme, para descargar hacia el otro lado y poner al personal británico en pie. Trucos, momentos, lo extraordinario; saber enmendarse y reaccionar para evitar males mayores. Le sucedió en el estreno, break abajo en el primer y el segundo set; y tras encajar cuatro juegos seguidos ahora y verse a remolque, se corrige otra vez.

Carlitos Alcaraz o en ocasiones, cuando él quiere. Y reflejos, muchos reflejos. La cinta de la red, más bien destensada, da finalmente acceso a un par de pelotazos de Vukic y el murciano, maniobra de samurái, responde a uno de ellos con un manotazo que repara el exceso de confianza. Al volver a la línea de fondo resopla y mira al palco. Uf, por los pelos. Y su padre le dice con la mirada: atento, Carlos, atento… Que viene Vukic con fuerza y no da nada por perdido. Buenas maneras las del australiano, de 28 años y 69º del mundo, reducido finalmente cuando, contábamos, la cosa se le ha puesto complicada al joven campeón y este contragolpea a lo grande, desperezado: soberbio resto cruzado, revés fino en la red, subida certera, bola del oceánico a la malla y rotura. De nuevo equilibrio, 6-6. Y ahí se decide todo.

Se le descorcha involuntariamente a la aficionada la botella de champán y el sonido hueco rebota en la atmósfera cerrada (lluvia, casi siempre lluvia en Londres) de la Court 1, donde observa desde un costado y siempre sonriente Ian Hewitt, ilustre gentleman del club, y donde todo acaba cuando a Alcaraz le da por acelerar y por activar el tornado con una de esas ráfagas tan geniales y tan demoledoras, de aquí para allá el rival, zarandeado pero todavía consciente, en pie. Efectivamente, el bueno de Vukic tiene agallas. No sin suspense se cierra ese primer set, en realidad definitivo porque una vez resuelto, el desarrollo posterior ofrece una sola dirección, mera inercia, jerarquía lógica. Cuando lo tiene prácticamente hecho, 5-1 arriba, al de El Palmar le da por enredarse, 5-4 en el tie-break, pero zanja, se relame y después, ya de cara, culmina. Así que alza los brazos y celebra: casilla dos, descontada.

Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Exit mobile version