MERCADOS

Luciano Spalletti encabeza la comitiva de la selección italiana con gafas de sol y un bigote recortado a lo Ferdinando Cefalù, el personaje principal de Divorcio a la italiana. Así llegó ayer al Estadio Olímpico de Berlín cuando todavía resonaban en la expedición las palabras apasionadas que pronunció en Leipzig hace tres días: “¿Miedo? ¿Qué miedo? ¡Vengo aquí a ver los partidos y no pago ni la entrada! ¿Miedo a perder…? ¡He perdido tanto en mi vida! He coleccionado derrotas y días de insomnio. Es lo normal. No quiero que me metan más presión de la correcta. Ya tomo bastante veneno yo solo. Cuando no me lo dan, lo tomo yo mismo para poder reaccionar a todas las situaciones que se presentan”.

El seleccionador de Italia es un hombre solo en la banda, acompañado de un hombre solo en el campo de juego. Un hombre al que mete presión cada vez que puede. “Así no sirve”, dijo, cuando después de la derrota ante España, en la segunda jornada de la Eurocopa, le preguntaron por la extraña desaparición de Jorginho. El seleccionador estaba desesperado porque su brazo derecho, el mediocentro, dejó de ofrecerse a sus centrales y la circulación de Italia se agotó. Spalletti lo achacó al estado físico precario del futbolista, incapaz de tomar el timón porque siempre iba por detrás de las jugadas, superado por la avalancha de Pedri, Fabián y Rodri, y rodeado de unos compañeros que pocas veces han estado a la altura en Alemania. Esta noche en el Estadio Olímpico (21.00, Movistar), cuando Italia comience ante Suiza el último capítulo de su accidentado viaje por la Euro, toda la presión recaerá sobre el que pide la pelota siempre que puede: Jorge Luiz Frello, Jorginho.

Su titularidad ha sido lo más seguro hasta ahora en un equipo en el que todo resulta incierto. Pero los medios de comunicación italianos lo recuerdan cada día: Jorginho falló ante Suiza dos penaltis, uno en Basilea, otro en Roma, que dejaron a la selección fuera del Mundial de Qatar. Enfrente estaba Yann Sommer, el portero que hoy protegerá la portería rival, en el típico círculo dramático que a veces altera el destino de los futbolistas. Lo que apenas se menciona en el entorno atribulado de la selección es que sin Jorginho, Italia nunca habría podido levantar la Eurocopa de 2021 en Wembley, porque en un país en el que se agotan los futbolistas que piensan rápido y claro no había otro que asumiera más responsabilidades con la pelota. Sigue sin haberlo. La sequía agosta las canteras desde el Pedemonte a Sicilia, el ámbito con más títulos internacionales de Europa, junto con Alemania, y esto se percibe como un deshonor nacional. Que Jorginho naciera en Imbituba, Brasil, hace 33 años, no ayuda al protagonista.

Así, la pregunta periodística resultó irremediable cuando Spalletti le convocó por primera vez, el año pasado: “¿Ve algún jugador joven que pueda relevarle en el mediocentro?”. El interpelado no supo qué responder. Retirado Marco Verratti, su gran socio hasta 2021, el panorama es desolador. Nicolò Fagioli, el volante de la Juventus, forma parte de la convocatoria pero después de siete meses de sanción por participar en apuestas ilegales su estado físico es deficiente. Davide Frattesi es un llegador dinámico, pero poco preparado para pedir la pelota en la base de las jugadas debido a su escasa visión periférica. Lorenzo Pellegrini, el interior de la Roma, padece una suerte de melancolía que le induce a practicar un fútbol irrelevante o tímido, en el mejor de los casos. Nicolò Barella es un trabajador abnegado y polifuncional que piensa después de recibir la pelota, cosa que le inhabilita para operar por delante de sus centrales sin riesgo de accidente.

Por detrás de Rice en el Arsenal

“Hay errores banales que a veces se cometen porque los pobres no están acostumbrados a esta presión”, dice Spalletti, encogiéndose de hombros, como un padre resignado. “No tenemos tantos jugadores expertos en competiciones internacionales. Por eso hemos sufrido”.

Jorginho es el único futbolista del once que no juega en la Serie A. Desde que dejó Brasil con 14 años para irse a vivir a un convento en Verona, sabe lo que es apañarse lejos de casa, y por eso ha hecho carrera a base de pedir la pelota. De tanto ofrecerse, en la temporada 2017-18 batió el récord de pases de un jugador en Premier: 3.118 entregas en 37 partidos con el Chelsea. En 2021 ganó la Champions. ¿Quién va a tirar los penaltis si no él? “Yo estoy listo”, advierte.

Viene de completar una temporada en la que apenas ha disputado diez partidos de Premier como titular en el Arsenal, en donde Declan Rice, ídolo inglés, tiene prioridad. Su estado físico no es óptimo, pero dicen en el entorno de la selección que si vencen a Suiza dispondrán de seis días para preparar los cuartos y eso le beneficiará especialmente. Mientras tanto, toda la presión de Italia recae sobre Spalletti y su timonel Jorginho.

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