MERCADOS

Justo dentro un mes, el 28 de julio, Támara Echegoyen saltará al agua de Marsella en busca de una venganza personal. La regatista gallega fue oro en la clase Eliott 6m en sus primeros Juegos, Londres 2012, junto a Sofía Toro y Ángela Pumariega, pero dio en el palo en los dos siguientes: cuarto puesto en Río 2016 y en Tokio 2020, ya tras mudarse a la clase 49er FX. En esa categoría fue campeona mundial en 2016 y 2020, y en ese barco desembarcará en los Juegos de París con Paula Barceló persiguiendo la redención y quitarse ese sabor amargo del lugar más cercano al podio. A los 40 años, Echegoyen es una enciclopedia de la vela. No solo participará en sus cuartos Juegos, sino que en 2017 se convirtió en la primera española en concursar en una vuelta al mundo a vela, y tras la cita de París se alistará en la Copa del América. Un día después de ser nombrada abanderada española en París junto al piragüista Marcus Cooper, Echegoyen atiende a EL PAÍS desde el cuartel de la vela española en la costa francesa.

Pregunta. ¿Cuándo supo que será abanderada?

Respuesta. Fue todo muy rápido. No se sabía desde hace mucho tiempo. Maialen Chourraut no pudo ir y siguió la lista. Me lo dijeron dos días antes de que se hiciera oficial. Les respondí que lo podía compaginar con la competición, así que de repente me vi viajando de Marsella a Madrid para vivir un día inolvidable.

P. ¿Nervios?

R. Emoción. Es un honor y un regalo. Será el inicio de unos Juegos únicos para mí. Siento la emoción de verme donde soñaba.

P. ¿Cómo empezó en la vela?

R. Lo decidieron mis padres. Creyeron en el deporte como una buena cuna para sus hijos. Hacíamos de todo. Si mi hermano elegía un deporte, yo iba detrás, y al revés. Yo tenía una vena competitiva en todo lo que hacía y una conexión especial con el agua. La familia de mi padre tenía un barco e íbamos por la ría de Pontevedra. Empecé con cinco años, esperando con un chaleco en la rampa a que llegaran mis amigos de navegar con viento, que yo no podía. Fue el único deporte que jamás he podido dejar. Siempre quería volver a navegar. Fue enamoramiento a primera vista para una pequeña de cinco años que decidió que el mar era su lugar.

P. ¿Cómo es como regatista?

R. Soy muy competitiva. Esa tensión a veces es muy incómoda, gestionar emociones y expectativas no es fácil. Pero no sé qué pasa que siempre quiero volver. También soy perfeccionista. Y muy ambiciosa. Quiero ser mejor y mejor. No me conformo con ser buena, quiero ser excelente. Soy súper fiel y súper creyente en el trabajo. El gen competitivo me hace salir todos los días a por más.

P. ¿Para alguien así dos cuartos puestos olímpicos dolieron mucho?

R. Sí. Fueron muy, muy dolorosos. Parece que solo podemos ver la parte buena del deporte, el éxito, y es una parte muy pequeña en comparación con las veces en que fracasamos. Río fue muy duro, estar para ganar el oro y volver con el cuarto puesto me costó mucho gestionarlo. Tokio le digerí mejor. El tiempo relativiza todo. Es muy duro aceptar que te estás preparando todo un ciclo olímpico para ser cuarta, y aceptar que es un buen resultado, que sí lo es. Solo ha de pasar el tiempo para darte cuenta de que estar en unos Juegos con opción de medalla el último día es algo inédito. Esos cuartos puestos también me han servido para ser abanderada.

P. ¿Cómo trabaja psicológicamente?

R. Llevo muchos años con una psicóloga deportiva. Para mí eso es buscar la excelencia. Estoy todo el día gestionando emociones, entre ellas la frustración, que parece que no se puede tener. Pues sí, solo hay que gestionarla. Cada Juegos que han pasado, la Támara Echegoyen que compite es mejor deportista. Al ser un deporte olímpico, no tenemos tanta presión durante mucho tiempo, solo nuestras propias expectativas. Gestionar esa presión te hace bueno o extremadamente bueno.

P. ¿Qué aprendió en la vuelta al mundo a vela?

R. Fue devastador. Pero si me preguntas si haría otra, no lo dudaría. Es una competición extrema, no todos los regatistas están preparados para hacerla porque no todos están dispuestos a pasar por esas situaciones. Eso sí, como te guste, estás enganchado. Fue una gran oportunidad de conocer el mundo oceánico y descubrir mis límites a nivel psicológico y físico. Llegas continuamente a esos límites y tienes que sobrepasarlos y seguir. Fue una lección de trabajo en equipo de la forma más difícil, cuando no estás descansada, sino cuando todo va fatal. Muchas veces seguí solo porque mi compañero se levantaba. Fue un aprendizaje de vida. Me formé mucho. Soy una persona a la que le encanta estar fuera de la zona de control y seguir mejorando. Todos los retos que sea algo que no sé y que tenga que aprender en muy poco tiempo, me llama la atención. La vuelta al mundo fue eso. Me gusta retarme. Mi vida deportiva siempre ha sido así.

P. ¿Cómo se siente alguien en medio del océano?

R. Muy pequeño. Aunque estás en modo competición, piensas en rendir. Son 24 horas al día, siete días a la semana, a pleno rendimiento. El cuerpo se adapta a estar sin dormir, hacer guardias, trabajar siempre… es fantástico ver lo que somos capaces de hacer.

P. ¿Objetivo en París?

R. Luchar por una medalla es un reto realista. Nuestra campaña hacia París, al compaginarlo con otros proyectos, ha sido un poco irregular, pero tenemos opciones de podio. Hay que fallar lo menos posible. Los últimos meses hemos hecho un trabajo espectacular en Marsella y la confianza va creciendo.

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