MERCADOS

El expresidente catalán Jordi Pujol, que el pasado 9 de junio cumplió 94 años, ha rendido homenaje a todos los escoltas que lo han protegido desde que dejó la presidencia de la Generalitat, en 2003. Hace dos semanas, Pujol les organizó una merienda en un hotel del distrito de Ciutat Vella de Barcelona a la que acudieron unas 35 personas, una veintena de ellos escoltas en activo o ya jubilados que han procurado por la seguridad del exlíder catalán, así como mandos del área de escoltas de los Mossos d’Esquadra. Al acto asistieron también como invitados los máximos responsables de la policía catalana: el director, Pere Ferrer (nombrado por Junts per Catalunya, la formación considerada heredera de Convergència), y el comisario jefe, Eduard Sallent.

El acto pretendía “agradecer el trabajo y la profesionalidad” de los policías destinados a proteger al expresidente, según ha confirmado a EL PAÍS un portavoz de la policía catalana. La organización corrió a cargo de la asociación Serviol, creada por el exmandatario para fomentar el “pensamiento y conocimiento” de la sociedad catalana, y asumió también los gastos. El expresident y su entorno vehiculan a través de la asociación los actos que han organizado en los últimos años y que han servido, en parte, para reparar su figura pública.

Desde que en el verano de 2014 confesó que su familia había mantenido una fortuna oculta a Hacienda en Andorra, Pujol perdió la mayoría de sus privilegios. Entre otros, la oficina que se les asigna a todos los presidentes cuando dejan el cargo. El expresident sí ha mantenido a lo largo de estos 10 años la escolta de la policía catalana por motivos de seguridad, y cuenta además con el apoyo decisivo de uno de sus siete hijos, Oriol Pujol Ferrusola, exsecretario general de la extinta Convergència y exdiputado en el Parlament.

Fuentes cercanas a la familia aseguran que se invitó tanto al director como al comisario jefe de los Mossos para dotar de “cierta formalidad” al homenaje que quiso rendir a quienes habían trabajado en su escolta. Incluso se contempló la posibilidad de invitar al consejero del Interior en funciones, Joan Ignasi Elena (ERC), pero finalmente se descartó. El acto consistió en una merienda, con refrigerios y una copa de cava. La celebración, que se ha llevado con cierta discreción interna en la policía catalana, ha sorprendido a algunos miembros del equipo de escoltas de los Mossos, por la polémica que todavía suscita la figura del expresidente y a su familia, pendientes de juicio por fraude fiscal.

El homenaje supone un paso más en los intentos de restitución pública de la figura del expresidente de la Generalitat, caído en desgracia desde que, en julio de 2014, confesó que su mujer, Marta Ferrusola, y sus siete hijos, habían mantenido una deixa (legado) oculta en Andorra. La confesión dio origen a una investigación judicial que aún no se ha resuelto. El juicio contra Pujol (que afronta una petición de nueve años de cárcel) y su familia (acusada de organización criminal) está pendiente de fecha. Señalado y superado por la culpa, el expresident ha ido recuperando terreno en los últimos años en los que su figura ha empezado a ser reivindicada más allá de la “mancha” (como la define él mismo) de su confesión.

En la campaña de las elecciones autonómicas, la obra de gobierno de Pujol recibió los elogios de Salvador Illa, primer secretario del PSC y candidato a la presidencia de la Generalitat. Lo citó en sus discursos como primer político que impulsó el autogobierno y encabezó la primera de las tres grandes transformaciones que, en su opinión, han operado en Cataluña. Pero el que más ha sacado a relucir ha sido el otro candidato a presidir el Govern, Carles Puigdemont. Después de que Pujol anunciara públicamente que votaría a Junts per Catalunya en las elecciones del 12-M, Puigdemont recogió el guante y se lo agradeció con un mensaje en X que también reconocía su legado: “Yo todavía no podía votar, pero me impresionó la fuerza y la determinación para levantar a Cataluña después de la larga noche del franquismo”, escribió.

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