MERCADOS

La economía española tira a buen ritmo. El PIB creció al 0,8% el primer trimestre. Y todos los organismos han aumentado —o se aprestan a hacerlo— su previsión del PIB para este año, al linde del 2,5%. Pero entre las incertidumbres inmediatas, aparte de las derivadas de las debilidades estructurales propias (productividad, resistente bolsa de paro), destacan las de los vecinos y socios principales, cuyas vicisitudes pueden ensombrecer el sector exterior español.

El gran socio comercial de España es el bloque de la Unión Europea, que en 2023 absorbió el 62,7% de nuestras exportaciones. Los cuatro principales socios individuales son Francia, Alemania, Italia y Reino Unido (aparte de Portugal, que después del Brexit le antecede). Solían representar en torno al 40% de las relaciones comerciales españolas (exportaciones e importaciones) con el conjunto del bloque a 28.

Pues bien, esos cuatro países atraviesan una coyuntura complicada, y todos ellos deben tomar inmediatamente decisiones clave, pues afrontan elecciones (Francia, este domingo y el 7 de julio; Reino Unido, el 4 de julio), severos debates presupuestarios (Alemania debe culminarlo el 3 de julio) y otros desafíos o reveses (Italia), a los que puedan sumarse complicados rebotes cruzados entre sí.

Su coyuntura es más sombría que la española. La Comisión acaba de abrir procedimiento por “desequilibrios macroeconómicos” a Alemania, y de “déficit excesivo” a Francia (desbalance del 5,5% en 2023) e Italia (7,4%), mientras que España quedó exenta, tras registrar un 3,6%. Y el Reino Unido exhibió un 6%. El diferencial de tipos de los bonos a diez años con Alemania era este viernes de 157 puntos contra Italia (la habitual “pareja de hecho” de España, que esta vez va muy desacoplada, para mejor, con solo 94 puntos); mientras que el diferencial francés ascendía a un nivel desconocido, 80 puntos; y el británico, ¡hasta 172!

Pese a las turbulencias que ello pueda generar —y repercutir en segunda ronda sobre España— “en principio, creo que no habrá un problema de prima de riesgo”, augura para esta columna Cristina Herrero, la siempre exigente presidenta de la Autoridad Fiscal independiente (AIReF).

Y recuerda que la eurozona cuenta ahora con un aún no estrenado bazuka del BCE, el Instrumento para la Protección de la Transmisión de la política monetaria, que podría comprar a mansalva y sin límite la deuda soberana que resultase amenazada. Se estableció al inicio de la secuencia de alzas de tipos de interés, hace dos años, sobre todo para proteger a la débil Italia. Pero en el escenario presente tiene más números Francia, por el terror de los mercados a que una ultraderecha triunfante empeorase las finanzas públicas, enquistase los atávicos corporativismos y revirtiese el meritorio esfuerzo de Emmanuel Macron de atrasar la edad de jubilación, que en España logró el Gobierno Zapatero.

Ello rebotaría enseguida a Italia, ya debilitada por la amenaza de una disparatada ley de amnistía a la construcción ilegal que desnaturalizará su plan de recuperación Next Generation, o la regionalización presupuestaria improvisada en favor de la Lega que puede dilapidar los esfuerzos para controlar el gasto. Reino Unido encara el problema contrario: la modestia del aumento del gasto propuesto por los laboristas (favoritos en la elección del jueves), pero aumento entre mediocres recaudaciones, preanuncia una flexibilización de sus reglas fiscales, sobre todo de la deuda.

Y las fricciones presupuestarias internas en la coalición gobernante alemana, entre el austeritarismo con recortes sociales de los liberales y la mayor cautela verde y socialdemócrata —tensiones incrementadas desde las elecciones europeas—, deben resolverse precisamente la víspera. En pocos días, mucha intensidad.

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