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Supongo que lo tendrán estudiado y habrán decidido que la marca no tira. Ahora se llama Max, que suena a chicle o refresco isotónico, y HBO pronto dejará de significar nada. Perdida su connotación de prestigio, se esfumará también su denotación y quedará arrumbada en el desván de las chorradas que le gustaban a papá. El año pasado, una colaboradora de la edición británica de Vogue llamada Riann Phillip escribió una crónica titulada: “Tengo 23 años y acabo de ver por primera vez Sexo en Nueva York: aquí están mis impresiones”. Sus impresiones, obviamente, eran horrorosas, y a lo mejor precipitaron la decisión de los dueños actuales de HBO de borrar la marca. Sin pretenderlo, Phillip había escrito un obituario como aquel que comentó Borges, quien, preguntado por la noticia de su muerte publicada en un periódico, dijo: “La noticia no es falsa, tan solo precipitada”.
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