MERCADOS

Para Tadej Pogacar la última contrarreloj en el Tour de Francia fue un castigo, un tormento, un adiós al maillot, una capitulación frente a Jonas Vingegaard, que le sacó 1m 38s para coronarse en los Champs Elysees. Fueron 22,4 kilómetros de erosión hacia Combloux; y fue un repaso de difícil digestión para el esloveno, que en esta pretemporada se ha esmerado en mejorar en la contrarreloj, al punto que junto al equipo UAE ha trabajado horas y horas en el túnel del viento, acompañado de analistas de datos y aerodinámica, también algún que otro día en el velódromo de Valencia para hacer algún ligero cambio de posición, algo menos agresiva para generar menos lactato. El esloveno, líder en este certamen, vencedor en la etapa más escarpada de esta grande boucle, atendió a esta lucha contra el crono como una reválida, 25,3 kilómetros entre Nuits-Saint-Georges y Gevrey-Chambertin, carretera entre colinas repletas de vides que dan origen a los vinos de Borgoña. Se salió con la suya porque quedó segundo a 12s de Evenepoel pero con 25s de ventaja sobre Vingegaard.

El mejor fue Remco Evenepoel, que pide paso en el Tour, que se atornilló el segundo en la general, que explica que la ecuación es de tres y no de dos. Puede, incluso, que sea de cuatro porque otro aspirante es Roglic. Pero tiene que demostrarlo. Cosa que ya no necesita Evenepoel, que volvió a hacer buena esa estadística de que en una contrarreloj no hay Pogacar que le pueda -cinco de cinco-. Así, como si la crono durara un santiamén, Evenepoel salió al sprint, ganas de devorar el asfalto, que nadie me quite lo mío. Por delante, Roglic primero y Vingegaard después marcaban el mejor tiempo. Pero nada que comprometiera su estatus. Ni siquiera Pogacar, que también explicó que tiene piernas, que el trabajo da sus frutos, pues pasó solo 3s por detrás de Remco en el primer paso; 10s en el segundo; y 6s en el tercero. Quedaba la meta…

Comenzó la etapa en orden invertido en la general, corredor a corredor, solos contra el asfalto y la bandera a cuadros, pedaladas fieras que encontraban su quemazón en ese kilómetro y medio de subida (tramos de 7%) antes del primer punto intermedio en Messanges (km 8,6). El segundo era en Curley (km 14,4) y el tercero en Morey-Saint-Denis (km 19,9). Algunos se lo tomaron con calma chicha, sabedores de que su Tour son los sprints o quizá probar una fuga homérica en alguna etapa, papeles de gregarios en su mayoría. Pero de inicio hubo nombres que destacaron, corredores que dejaron su huella como los españoles Oier Lazkano (Movistar) y Raúl García Pierna (Arkéa); líderes sucesivos como Luke Durbridge (Jayco), Nils Politt (UAE), Stefan Bissegger (EF) y Kévin Vauquelin (Arkéa), el primero en bajar de la media hora. Pero el tiempo a batir lo puso Victor Campenaerts (Lotto), 29′44′’18. Fue un juego de niños para Roglic y Vingegaard, pero sobre todo, para Pogacar y Evenepoel, que fue el único en bajar de los 29 minutos, abrazos de su equipo y aplausos del público, loas porque no hay quien le eche el lazo en este terreno. También el reconocimiento de Pogacar, que llegó con la sonrisa puesta, segundo en el día (12s por detrás) y líder en la general con 33 segundos de ventaja sobre Remco y 1m 15s sobre Vingegaard [le sacó, entonces, 25s], venganza servida.

Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Exit mobile version