MERCADOS

La primera vez que llegó el toro, el PSOE se puso de perfil. Lo dejó pasar, con un lance. Pero, hoy miércoles, ha decidido agarrarlo por los cuernos: los socialistas han votado en contra de una proposición no de ley (PNL) impulsada por el PP para “recuperar el Premio Nacional de Tauromaquia y mantenerlo” en el futuro. Ante una moción parecida, hace un mes, en el Senado, se habían abstenido. La ambigüedad de entonces se volvió claridad hoy: es decir, no están a favor de instar al Gobierno que ellos mismos lideran a rescatar el galardón, como pretende la oposición conservadora y todo el sector. Y, por ende, apoyan la cancelación del reconocimiento, que llevó a cabo hace dos meses el Ministerio de Cultura, dirigido por Sumar, su socio en el Ejecutivo progresista. Lo que acerca a los dos aliados, debilitados por el impasse político —como muestra, fue tan solo la segunda celebración de una Comisión de Cultura en lo que va de legislatura— y la victoria de la derecha en las recientes elecciones europeas. Y, a la vez, propina una estocada a la propia tauromaquia: la PNL quedó rechazada.

De alguna manera, el debate mostró qué significa hablar de toros. Hubo referencias a Unamuno y Carlos III, al sistema nervioso de los mamíferos y a los ganaderos del toro bravo como los mayores cuidadores y conocedores de los animales. También se mencionaron dolor, sufrimiento y crueldad. El portavoz del PP, Eduardo Hermoso, introdujo el panorama. Desde su prisma, eso sí. Colocó a Sumar en el “sectarismo ideológico”. Y en el lado opuesto, a su partido, responsable de una PNL que les hubiera gustado “no tener que traer”. Añadió: “La pregunta es dónde se sitúa el partido socialista. No conocemos su postura, pero en torear a sus votantes son maestros”.

En efecto, Maribel García López, del PSOE, tiró de malabarismo: defendió la “gran afición”, pero también “la gran preocupación por el trato a los animales”; destacó el valor artístico y económico del sector, recordó la tradición taurina de su partido y, al mismo tiempo, reivindicó el “amor a la flora y la fauna”. “Lo peor que le puede pasar a la tauromaquia es el manoseo político. Vamos a seguir defendiendo que todas las manifestaciones culturales legalmente protegidas puedan ser consumidas por quienes lo deseen. La clave es el respeto”, agregó. En el voto, ya no le quedaron tantos matices: dijeron “no”.

Se cerraba así la (pen)última polémica sobre la tauromaquia. A la espera de que se abra la siguiente. Todo desde que, a principios de mayo, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, suprimió la convocatoria para este año del galardón, dotado con 30.000 euros. Y anunció que había iniciado los trámites para su anulación definitiva. “La gente cada vez entiende menos que se practique la tortura animal y que se le dediquen premios”, adujo Urtasun. La promesa de “derogar la protección cultural y patrimonial de la tauromaquia” ya figuraba en el programa electoral de Sumar, la formación liderada por Yolanda Díaz de la que procede el ministro. A lo que su departamento, a principios de mayo, añadió: “Las próximas actuaciones del ministerio seguirán en la misma línea”.

Desde entonces, ya fuera de forma paradójica o buscada, los toros se han colocado en el centro del debate político de una manera inédita en los últimos años. Ni el acuerdo de Gobierno entre PSOE y Sumar —más allá de impulsar “la protección y el bienestar de los animales”—, ni tampoco el último programa electoral del PP incluían mención alguna a la tauromaquia. Ahora, sin embargo, todos hablan de ella. Algunos, eso sí, tienen una postura más clara que otros.

La eliminación del Premio Nacional fue una de las tres razones concretas (junto con el reconocimiento del Estado palestino y la subida del salario mínimo interprofesional) que alegó el portavoz de Sumar Íñigo Errejón, al pedir el voto por su formación en las elecciones europeas. Los populares, al revés, reunieron a principios de mayo en el Congreso a representantes de asociaciones de todos los países con actividad taurina. Respondieron que “más localidades se vendieron en las Ventas en la última Feria de San Isidro que votos tuvo Sumar en las europeas”. Y asumieron, desde el anuncio de Urtasun, la defensa de la tauromaquia como un pilar clave de la cultura y la identidad española, al igual que la extrema derecha de Vox.

Tanto que el 29 de mayo el PP sacó adelante en el Senado —entonces con la abstención del PSOE— una moción casi idéntica a la PNL presentada hoy en el Congreso. “No solamente respetamos la tauromaquia, sino que, como legalmente se recoge en el ordenamiento jurídico, la vamos a seguir ayudando y manteniendo”, intentó aclarar entonces el portavoz socialista, Alfonso Moscoso, sobre la ambigua posición de su grupo. Entretanto, Comunidades Autónomas gobernadas por los populares, como Valencia o Extremadura, han propuesto la creación de unos nuevos premios paralelos.

El texto de la PNL destaca que ya existen galardones taurinos en Andalucía, Madrid, La Rioja, Murcia o Castilla-La Mancha, cuyo presidente, el socialista Emiliano García-Page, se posicionó desde el primer momento en contra de la cancelación del reconocimiento. En una reciente votación en las Cortes de Castilla y León, el grupo socialista también apoyó una moción del PP a favor del mantenimiento del Nacional de Tauromaquia.

Al fin y al cabo, fue precisamente un Ejecutivo socialista, con José Luis Rodríguez Zapatero al frente, el que instauró en 2011 el premio. La primera edición se entregó a Paco Ojeda en 2013, ya bajo un Gobierno de los populares. Los mismos que promovieron la ley 18/2013, que blindó la tauromaquia, al reconocerla como “patrimonio cultural inmaterial” y ordenar al Estado su protección, custodia y fomento. Aun así, Cultura recordaba en su anuncio en mayo que en Canarias o Cataluña ya no se celebran corridas. Y que en Galicia, Asturias, Baleares, Melilla, Cantabria o La Rioja son prácticamente inexistentes.

A la vez, desde que se montó este revuelo, las principales ferias están detectando un aumento de espectadores. Sin embargo, una iniciativa de ley popular, admitida a trámite por el Congreso, busca aprovechar tantos focos y polémicas justo en el sentido contrario: pide derogar el estatus de patrimonio cultural de la tauromaquia. Sus impulsores tienen hasta noviembre para recoger 500.000 firmas y, por tanto, obligar a los diputados a debatirla y votarla. De momento, no han facilitado cifras provisionales sobre su avance.

Guerra de cifras

Otros números sí están disponibles para alimentar la discusión. La mayoría procede del mismo documento, el Anuario de Estadísticas que publica el Ministerio de Cultura. Cada bando, curiosamente, elige los datos que le convienen y omite otros. Así, Cultura subrayó que solo el 1,9% de la población había asistido a un festejo taurino en el último año en el periodo 2021-2022, frente al 8% de la anterior encuesta. Aunque llama la atención, en contra del estereotipo, que la franja de edad más volcada sea la de 25-34 años, con el 2,4%. El ministerio, en todo caso, también destacó que los festejos fueron descendiendo en la última década hasta los 1.546 de 2022.

La propia PNL del PP, sin embargo, aprovecha esa misma cifra de forma opuesta: supuso un aumento de festejos del 8,5% respecto a 2019, es decir, al último dato de la época pre-Covid. El informe también muestra un crecimiento constante desde 2018 en el número de profesionales del sector, hasta 10.554. El 97,4%, eso sí, son hombres. La cantidad de empresas ganaderas de reses de lidia, en cambio, se viene manteniendo casi idéntica en el último lustro: fueron 1.331 en 2022.

Por ahora, Julián López, El Juli, permanece como el último ganador del Premio Nacional de Tauromaquia, el año pasado. Supuso un homenaje muy emotivo: el diestro se retiraba. Puede que el galardón siga el mismo camino. La faena, sin embargo, aún no ha terminado.

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