MERCADOS

El campo de Al Hol, en el noreste de Siria, muy cerca de la frontera con Irak, encierra aún hoy a más de 45.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, vinculadas a lo que el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) denominó hace una década califato, un proyecto yihadista y de terror despiadado nacido en la antigua Mesopotamia y derrotado por las armas en marzo de 2019. Casi 7.000 de los habitantes de estos campamentos son extranjeros. El pasado 28 de marzo, Abu Hudhaifa al Ansari, actual portavoz del ISIS, difundió un mensaje de 41 minutos. En el audio, Al Ansari instó a sus fieles a atacar, entre otros objetivos, el campamento de Al Hol para liberar a sus “prisioneros”. Una proclama que indica, al menos, dos cosas: primero, que la organización yihadista está lejos de rendirse, y, en segundo lugar, que aquel limbo legal levantado en Siria, con miles de personas atrapadas, muchas ignoradas y temidas en sus países de origen, supone un peligro. “Una de las mayores amenazas que representa [el ISIS] es la capacidad de resurgir si la comunidad internacional no continúa enfrentándose al grupo”, señala en un intercambio de correos Devorah Margolin, experta del centro de análisis The Washington Institute for Near East Policy.

Abu Mohamed al Adnani, combatiente veterano y viejo conocido de las cárceles estadounidenses en Irak, fue el encargado de anunciar, el 29 de junio de 2014, la creación del Estado Islámico, grupo conocido hasta ese momento como ISIS (Estado Islámico de Irak y Levante), y la proclamación del califato, escenificada cinco días después, en una mezquita de Mosul, por su líder y declarado califa, Abubaker al Bagdadi. Tanto Al Adnani como Al Bagdadi yacen bajo tierra, así como varios de sus sucesores, aniquilados por los cazas de Estados Unidos. Durante casi cinco años, el ISIS instauró a ambos lados de la frontera sirio-iraquí una dictadura integrista para un vasto territorio con alrededor de 10 millones de habitantes. Atrajo a fieles de todo el mundo; secuestró, extorsionó y mató a locales y extranjeros, y puso en marcha una unidad para golpear en el exterior (Emni), responsable de los atentados en París (2015) y Bruselas (2016).

Una década después de que el califato echara a andar y cinco años desde su derrota en la batalla de Baguz (este sirio) a manos de milicias kurdo-árabes, apoyadas por EE UU, Washington considera aún al ISIS “una amenaza en Siria e Irak”, como señaló en marzo en una comparecencia Ian J. McCary, de la Oficina Antiterrorista del Departamento de Estado norteamericano. McCary, enviado para la coalición internacional anti-ISIS, insistió en una idea: la repatriación de la población de los campos de Al Hol y Al Roj (cerca de 2.600 habitantes), separados por un centenar de kilómetros y gestionados por la autoridad autónoma kurda (AANES), “es esencial para reducir el riesgo de un resurgimiento” del ISIS y la “herramienta más importante” para prevenirlo. La AANES, que trabaja ya en el juicio de los miembros del grupo entre rejas, ha alertado de que existe un riesgo para la seguridad si los países de origen no se hacen cargo de sus ciudadanos.

El último informe elaborado en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la amenaza del ISIS estima que el grupo mantiene en la región a entre 3.000 y 5.000 combatientes, organizados en células con el objetivo de desarrollar operaciones de baja intensidad para el reclutamiento de hombres ―como en el asalto a una cárcel de Hasaka en 2022― y el aumento de la financiación vía extorsión. Fallas en la seguridad y disputas tribales han permitido al ISIS crecer en zonas del este sirio.

El Centro de Información Rojava (RIC, por sus siglas en inglés) lleva al día las cifras de internos de estos campos. Según el último dato facilitado a EL PAÍS, Al Hol alberga a 45.488 personas, entre ellas, a 21.377 iraquíes, 17.199 sirios y 6.912 de otras nacionalidades, muchos de ellos de origen europeo. El asesor de Seguridad Nacional iraquí, Qasim Malaraji, detalló recientemente que en Al Hol hay ciudadanos de hasta 60 países diferentes. El RIC mantiene en sus análisis que, si bien las repatriaciones se han efectuado desde 2019, hace dos años que ha decaído el ritmo. Más de 30 países no han sacado de allí ni a uno solo de sus ciudadanos. A los inquilinos de Al Hol y Al Roj, encerrados pero con libertad de movimiento en su interior, muchos inmersos todavía en el universo integrista, hay que sumar los cerca de 9.000 combatientes presos en centros de detención del noreste sirio. Esto es, la mayor cárcel de yihadistas del mundo.

Son cifras estas que dan prueba de la magnitud del fenómeno ISIS y su amenaza a corto plazo. “Su ideología persiste”, afirma Devorah Margolin, profesora de la Universidad de Georgetown. “Como demuestran sus partidarios, la insurgencia y el gobierno en la sombra”, continúa esta analista, “el ISIS está esperando el momento oportuno para aprovechar las áreas no gobernadas”.

Repatriaciones

Francia es un buen ejemplo del desinterés creciente hacia los restos dejados por el califato. Cerca de 1.500 franceses viajaron para unirse a las filas del ISIS. Según la información facilitada por el Colectivo de Familias Unidas, que lucha desde hace años por el regreso de los franceses bajo custodia de las autoridades kurdas, la última repatriación organizada por el Elíseo tuvo lugar en julio de 2023 (10 mujeres y 25 niños) ―el continuo clima preelectoral hace poco popular cualquier nueva llegada―. Permanecen allí aún unos 120 menores y medio centenar de mujeres, todos en Al Roj, a los que hay que sumar cinco chicos en el centro de confinamiento de Orkesh y unos 60 hombres en otras prisiones del noreste. De nacionalidad española reside en los campos la ceutí Lubna Miludi, junto a su hijo de ocho años. Otras dos mujeres y 13 menores españoles fueron repatriados en enero de 2023. La marroquí Lubna Fares y sus tres hijos, de padre español, están en paradero desconocido.

Pero la amenaza bajo el sello del ISIS no se limita a Oriente Próximo. En el audio difundido de marzo, el portavoz yihadista Al Ansari hacía un llamamiento a que sus fieles emigraran a cualquiera de las ramas del grupo que se extienden por el mundo. Era una novedad: tras su derrota en Baguz, el ISIS había insistido en animar a sus simpatizantes a que atentaran allá donde estuvieran y con lo que tuvieran a mano. El último mensaje de Al Ansari refuerza la idea de que la organización confía ahora en el crecimiento de sus bases regionales en Asia y en África. El estadounidense J. McCary ofrecía en su intervención un dato en este sentido: aproximadamente el 60% de la propaganda del ISIS proviene del África subsahariana, particularmente de Nigeria, la República Democrática del Congo y Mozambique. McCary alertaba también de la amenaza creciente del grupo terrorista afgano afiliado a los yihadistas (ISIS Khorasan o ISIS-K), responsable de la muerte de más de 80 personas en enero en Kermán (Irán) y más de 140 en Moscú, la capital rusa, en marzo.

Sigue toda la información internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

_

Exit mobile version