MERCADOS

Como dirán ustedes que no tienen ni idea de quién es Alejandra Rubio, les informo de antemano: es la hija de Terelu y, por ende, la nieta de María Teresa Campos. Lleva un tiempo de tertuliana en Telecinco. Y ahora se ha quedado embarazada de un hijo de Mar Flores, en concreto del que está en prisión (en la modalidad de dormir en casa y pasar por allí a firmar) por estafa. El embarazo se produjo a los tres meses de haberse conocido la pareja. Alejandra está ilusionadísima y Terelu dice que está encantada con Carlo. ¿A qué madre no le gustaría ver a su hija veinteañera embarazada de un presidiario/actor al que conoce desde un par de meses?

Con motivo del feliz acontecimiento, Alejandra ha concedido una entrevista muy contrariada porque la llaman “nini”. “¿Venir de una familia conocida es vivir del cuento? Porque yo hago el mismo trabajo que cualquier periodista”, dijo toda digna la semana pasada. Hay varias puntualizaciones que se le podrían hacer a esta intervención, pero sería desviar el foco de la pregunta real. ¿Estaría Alejandra Rubio sentada en un plató de no ser hija y nieta de quien es? La respuesta corta es no. La larga también es no. Alejandra Rubio dice que trabaja desde muy joven (de relaciones públicas), que ha estudiado la carrera de interpretación (ha estudiado en Juan Codina, pero por lo visto no terminó), y que hace el mismo trabajo que cualquier periodista (sic).

Para empezar, periodista no es lo mismo que tertuliano (a Dios gracias). Y para continuar, si Alejandra Rubio no fuera de la familia que es, no hubiera sido relaciones públicas, sino camarera. No estaría en un plató comentando realities, sino concursando en alguno o viéndolos desde casa. Alejandra no viviría en Aravaca, sino en un barrio popular con varios compañeros de piso, o quizás con su madre. Si Alejandra Rubio hubiera estudiado periodismo para trabajar en la tele (cosa que no ha hecho), estaría en Navacerrada, alcachofa en mano, comentando en directo que, pese a ser 1 de julio, hace un frío del carajo. O quizás parando viandantes en Preciados para que comenten sobre Puigdemont o la masificación del turismo. Si hiciera el mismo trabajo que cualquier periodista, estaría escribiendo a sus exprofesores para preguntar si conocen algún medio en el que le dejen publicar sus críticas de cine.

Si Alejandra no viniera de la familia que viene, estudiar arte dramático le hubiera costado un triunfo. Iría a castings de todo pelaje para papeles en los que ni siquiera le darían el guion entero (eso en caso de conseguir dichos papeles). Le preguntaría a todo el mundo que cómo consigue representante una. Entre medias, sería camarera para librar cuando la cogieran en un corto de estudiantes o alguna película de bajo presupuesto no remunerada. Y finalmente, tras años y años de lampar y timbrar puertas, vería a una “hija de” en la tele, y diría: “Para qué me esfuerzo, si para salir en la tele hay que ser hija de un famoso”.

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