Aleix Espargaró Villà (Granollers, 34 años) anunció este jueves en Montmeló, a unos pocos kilómetros de donde creció y se aficionó a las motos, que se retira de la competición a final de esta temporada. El veterano de Aprilia, que está a unas pocas carreras de situarse como el segundo piloto con más participaciones en MotoGP, tan solo por detrás de Valentino Rossi, pone punto y final a una trayectoria de auténtico maratoniano, en la que tardó casi dos décadas en lograr su primera victoria.
El catalán se jubilará con 20 años de experiencia a sus espaldas y 341 grandes premios disputados si no sufre ningún contratiempo severo de aquí a final de curso. Su esperanza es engrosar un poco más su registro de victorias mundialistas, que por ahora son tres, aunque siempre ha dicho que no cambiaría nada de su revirado camino dentro de la élite. El primer éxito de Espargaró, hermano mayor de Pol, no llegó hasta el GP de Argentina de 2022, un triunfo que desató su mejor versión en el ocaso de su carrera. El estandarte del ambicioso proyecto de Aprilia, apodado Il Capitano dentro del garaje después de ocho años construyendo la moto ganadora de la marca, acumula sus mejores resultados desde entonces: en total, más triunfos (tres), podios (nueve), poles (tres) y vueltas rápidas (cuatro) que sumando el resto de su trayectoria, incluidas las categorías pequeñas.
Espigado, bastante alto para los estándares del motociclismo de élite, el mayor de los Espargaró siempre ocupó un espacio secundario, alejado de los focos, hasta esta última etapa. Su aventura en la categoría reina arrancó con Pramac, satélite de Ducati, y le hizo pasar por las estructuras privadas de Aprilia y Yamaha hasta su primera oportunidad con un equipo oficial en Suzuki. Cuando los japoneses decidieron no renovarle, volvió a la marca de Noale agarrándose a lo que en ese momento ya parecía el último tren de su carrera, poniendo en valor sus grandes activos en la categoría: su amplía experiencia y espíritu de auténtico currante. “La carrera que ha tenido es una que muchos desearían para sí mismos”, cuenta a EL PAÍS su hermano Pol, retirado el curso pasado.
Verle tan feliz a él en su nueva etapa ha sido una de las claves de este paso al lado de Aleix. También la eclosión definitiva de Maverick Viñales, su protegido dentro de la fábrica italiana. “Sé que lo ha pensado mucho, y que no verse arriba ha sido un factor importante, ha sido un proceso interno, muy meditado. Esto cambia por completo tu ritmo de vida, pasas de ir a 100 por hora a 20. El riesgo, las caídas, y más cuando tienes familia como en nuestro caso, hacen que sea un deporte complicado, y una vez fuera lo ves todo con una perspectiva muy diferente”, subraya el pequeño de la familia.
Siempre dispuesto a contestar de forma contundente y honesta a cualquier pregunta y decir la suya en todas las polémicas, Espargaró fue también uno de los pilotos más combativos a la hora de luchar por la seguridad de sus compañeros sobre la pista, defendiendo con uñas y dientes cualquier petición ante los mandatarios del campeonato. “En un ejército hubiera sido por lo menos coronel”, le elogiaba en su día Massimo Rivola, máximo responsable del proyecto de los italianos. Su devoción por la preparación física y la nutrición, que le vienen de su pasión por el ciclismo, superior incluso a las motos, también han sentado cátedra dentro del paddock estos últimos años.
Lejos de los hijos
Espargaró debutó como invitado en el último gran premio de 2004 en 125cc, terminando el 24º de un podio ocupado por Héctor Barbera, Andrea Dovizioso y Álvaro Bautista. El último, bicampeón del mundo de Superbike, es el único de esa parrilla que sigue en activo. Jorge Lorenzo y Casey Stoner, otros pilotos presentes ese día, hace tiempo que colgaron el mono. Más de una vez se planteó el catalán este adiós que llega ahora, golpeado por duras lesiones, las dudas de más de un equipo y las vicisitudes de construir una familia. “Desde que nacieron mis hijos, lo que más me ha costado es estar de viaje. Si tienes que estar lejos de ellos, tiene que valer la pena. Si no eres feliz, nada de eso tiene sentido”, decía hace un tiempo en una entrevista con EL PAÍS. Su esposa Laura, y los pequeños Max y Mia, gemelos, han sido su gran vía de escape para gestionar la enorme presión de su trabajo a 300 por hora.
En el GP de Catalunya, Espargaró guarda algunos de sus mejores recuerdos sobre dos ruedas. En 2011 cosechó su primer podio en el jardín de casa, y el año pasado firmó su última victoria hasta ahora, el primer doblete de Aprilia en MotoGP junto a su colega Maverick Viñales. “Mira dónde estabas y mira dónde estábamos”, le decía al de Roses, pletórico. Aquí también protagonizó uno de los momentos más crueles de su trayectoria, cuando perdió el podio al confundirse en la última vuelta y dejar de acelerar antes de tiempo sobre la línea de meta.
El gran legado del nativo de Granollers, testarudo y persistente como pocos, el único que siempre creyó en sí mismo junto a sus padres y su hermano, será la gran labor realizada a la hora de devolver a la fábrica de Noale a lo más alto del motociclismo en esta última etapa de su trayectoria. También, como indicaron varios de sus compañeros en Montmeló, su insistencia en trabajar al máximo cuando los proyectos no daban buenos resultados.
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